Tiene una estrecha relación con el cloro y el bicarbonato en
la regulación del equilibrio ácido básico. También interviene en la
conservación de la presión osmótica de los líquidos corporales y por tanto es
fundamental para evitar una perdida excesiva de líquidos.
La principal fuente dietética es la sal de mesa (NaCl). Por
lo general los alimentos de origen animal tienen más sodio que los vegetales.
Asimismo, los alimentos procesados contienen altas concentraciones de sal
porque se les agrega durante su elaboración.
Alrededor de un tercio o la mitad
del sodio que se consume se añade durante el cocimiento o en la mesa. Los
principales contribuyentes de sodio en la dieta de los adultos son pan blanco y
bollos, salchichas y carnes frías, queso, sopas y salsa de tomate.
Se necesita solo alrededor de 100 mg diarios de sodio. El
cuerpo humano absorbe casi todo el sodio que consume, parte del mismo se
almacena en los huesos.
Es posible adaptarse a una dieta baja en sodio aunque al
inicio los alimentos sabrán muy simples, al final se percibirá mas sabor de la
comida a medida que los receptores de sal de la lengua se tornan más sensibles
al contenido natural de sal de los alimentos.
Casi todas las personas pueden adaptarse a un consumo
excesivo de sodio de la dieta, aunque en algunos puede contribuir a
hipertensión. Un consumo mayor a 2 g diarios también aumenta la perdida de
calcio por la orina, además de ser causa de la formación de cálculos renales.